domingo, 25 de marzo de 2012

El ayuno de Cuaresma en un ambiente musulmán Hno. José Luis Navarro, Monasterio Notre-Dame de l'Atlas - Midelt (Marruecos)

Escribo estas líneas desde el Monasterio de Notre-Dame de l’Atlas, que actualmente, a consecuencia del martirio de nuestros hermanos en Argelia, se encuentra en Marruecos, donde desde 1988 ya existía una casa anexa a la de Tibhirine, con lo que fue posible el traslado de lugar de la comunidad. Desde el año 2000, el monasterio de Notre-Dame de l’Atlas se desplazó de Fez a la ciudad de Midelt, en pleno corazón de Marruecos y al pie del Alto Atlas, a más de 1500 metros de altitud en una región predominantemente berebere. En esta ciudad, con más de 50.000 habitantes, la población cristiana es de 15 personas, contándonos a nosotros y a las dos comunidades de Franciscanas Misioneras de María. Una muy reducida presencia cristiana, en medio de una numerosa población totalmente musulmana.
La Cuaresma para nosotros, que vivimos rodeados de creyentes musulmanes, ha tener forzosamente un aire muy distinto del que pueda haber en medio de una sociedad, tan poco practicante de ayunos, como la nuestra. No se trata, ni mucho menos, de comparar el Ramadán con la Cuaresma, sino de aprovechar la estancia en un ambiente islámico para aplicar a nuestro ayuno aquello que pueda sernos motivo de comprender mejor el ayuno de los musulmanes y de darle a nuestro ayuno un aire, a su vez, más comprensivo para los que nos rodean.
Por supuesto, repito, que no es una comparación entre el ramadán y la Cuaresma, pues mientras el primero corresponde a un ambiente festivo, la Cuaresma es para los cristianos un tiempo de penitencia, aunque en sí sea la preparación a la Fiesta por excelencia, la Pascua.
Desde su llegada a Midelt la comunidad viene observando el ayuno de Cuaresma en forma de ayuno diurno absoluto, desde el alba hasta el atardecer, tal como celebran sus ayunos nuestros vecinos musulmanes durante su Ramadán, y en diversas ocasiones. Sería incomprensible para nuestros vecinos decirles que estamos de ayuno y romperlo con cualquier alimento, por pequeño que sea.
No hacemos con ello nada extraño, y mucho menos una especie de “sincretismo”. Este tipo de ayuno cuaresmal lo recoge la misma Regla de San Benito en el Capítulo XLI, que cita expresamente el horario de la comida en Cuaresma. Dice así:
En Cuaresma, hasta Pascua, coman a la hora de vísperas. Las mismas Vísperas celébrense de tal modo que los que comen, no necesiten luz de lámparas, sino que todo se concluya con la luz del día. Y siempre calcúlese también la hora de la cena o la de la única comida de tal modo que todo se haga con luz natural.
Pues eso es precisamente lo que venimos haciendo en esta comunidad. Es evidente que no hacemos nada nuevo a nuestra regla benedictina. Visto lo anterior, veamos ahora que nos aporta el ayuno islámico. Veamos cómo es el ayuno de los musulmanes, y descubriremos, -más que una diferencia o una novedad-, que existen muchos puntos comunes con la tradición más antigua de nuestro ayuno monástico.
El ayuno musulmán es para todos los creyentes. Así, el Islam iguala a ricos y pobres en el hambre y fortalece los sentimientos de identidad de los creyentes y de su pertenencia a una misma comunidad. Respecto a esta misma motivación, escribía este año el obispo de Segovia, don Ángel Rubio:
“Quien experimenta el hambre porque voluntariamente se priva del alimento, puede llegar a comprender la injusticia que sufren quienes no tienen que comer, no un día, sino muchos, incluso meses y años de hambre. Experimentar el hambre es la fórmula pedagógica para combatirla. El ayuno para que agrade a Dios debe ir unido con el amor del prójimo y comportar una búsqueda de la verdadera justicia. Es tan inseparable de la limosna como la oración. El ayuno no es mera hazaña ascética. Debe ser un gesto cristiano, una experiencia de piedad y devoción.”
En el mes de Ramadán, durante cada día (entre el amanecer y el atardecer) deben abstenerse completamente de ingerir alimentos, beber, fumar tabaco y tener relaciones sexuales. Este sería el aspecto MATERIAL del ayuno. Pero el ayuno no es sólo la no ingesta sino también se propone un ayuno del alma, donde el practicante hace ayunar su mente, su verbo, sus manos, como tributo a Dios Todopoderoso. Este sería el otro aspecto que es el que más se desconoce y lo que realmente es más difícil, que es el AYUNO A NIVEL ESPIRITUAL: no mentir, no enfadarse, no calumniar, no gritar, no ser irrespetuoso, no hablar de nadie que no esté presente, etc. Teniendo en cuenta que esto tampoco debe hacerse durante el resto del año, en tiempo de ayuno se intenta hacerlo mejor, siendo conscientes de la naturaleza humana, falible e imperfecta, pero con la capacidad de poder intentar superarse y CAMBIAR para ser mejores.
Este tiempo de ayuno, de forma muy especial se dedica a la contemplación y a la devoción. Los musulmanes se concentran en su fe y dedican menos tiempo a las preocupaciones cotidianas. Durante el día van a la mezquita y permanecen ahí varias horas orando y estudiando el Corán. Algunos musulmanes dedican buena parte de la noche a la oración especial del Ramadán llamada la Oración Nocturna (Taraweeh).
Por un lado, es el mes de la sumisión y acercamiento a Dios; de la lucha contra los deseos y pasiones; del cumplimiento de las plegarias rituales y paciencia frente a las adversidades y pruebas que pueda deparar la vida. Por otro, es el mes donde se pone un énfasis especial en la caridad y atención a los sufrimientos de los más necesitados. La índole social del ayuno, por otra parte, robustece los vínculos de solidaridad y conciencia. Es una de las tantas aristas del combate interior que libra el creyente, suplir el deseo de lo mundanal por un hambre de índole espiritual, que pone en pie de igualdad a todos los creyentes y de paso, enseña de qué se trata el hambre, como para que se piense dos veces el hecho de negar comida a alguien que lo solicita teniendo la posibilidad de hacerlo.
La espiritualidad islámica dice que cada acto de adoración posee una forma externa y un secreto interno, una corteza externa y una médula interna. Las cortezas son de diferentes grados y cada grado tiene diferentes capas. Es cosa de cada uno elegir quedarse contento con la cáscara o unirse a los prudentes y sabios. Por lo que como lógicamente no todos se sienten igual de motivados a la conversión, entre los musulmanes se distingue entre un ayuno común y corriente y un ayuno más exigente. Hay un “mínimo” que es el que se refiere estrictamente a las normas externas, pero la mayoría de los buenos musulmanes quiere ir más allá hasta el ayuno de los “selectos” (sawm al-khusus), manteniendo los oídos, los ojos, la lengua, las manos y otros sentidos libres de malas acciones. Absteniéndose todo aquello que ocupe a la persona y le distraiga del recuerdo de Allah. Manteniendo la lengua libre de desvaríos, mentiras, murmuraciones, chismorreos, obscenidades, injurias, riñas e hipocresía. Cerrando los oídos a todo lo censurable porque todo cuanto es ilícito pronunciar también es ilícito escuchar. Y por supuesto, en contra de lo que se ha dicho muchas veces, de las cenas de Ramadán, evitando comer en exceso a la ruptura del ayuno. Y después de todos estos cuidados, evitar la soberbia, quedarse en un estado de incertidumbre entre el temor y la esperanza, después de romper el ayuno, acerca de si habrá sido aceptado por Allah.
En resumen, el ayuno de los selectos es el ayuno del corazón de malos pensamientos y preocupaciones mundanas y un completo desinterés por lo que no sea Allah y el Ultimo Día. Y todo ello acompañado de Zaqat (la limosna generosa durante todo el mes), la lectura y estudio especial del Corán y los retiros a la Mezquita, especialmente los últimos diez días.
Aparte de los 30 días del mes de Ramadán existen otros ayunos, como por ejemplo los 6 días del mes de Shawwâl, ayunar el día del Ashurâ, los 10 días de Dhul_Hiyya, 3 días de cada mes, y ayunar también en el mes de Sha’bân (mes previo a Ramadán) y, para los más exigentes los lunes y los jueves. Y luego está El ayuno del “Nadr” o de las promesas que hace uno mismo ante Dios.
Como anunciábamos más arriba, existen muchas resonancias con el ayuno cristiano tradicional, que al convivir en estas tierras se recuperan y nos hacen menos distintos en las prácticas espirituales.
Para terminar recojo de nuestro tesoro cisterciense un comentario de Thomas Merton con respecto al ayuno de Cuaresma:
“ Hay saludables goces naturales en la contención de sí mismo: goces del espíritu, que comparte su ligereza aun con la carne. Feliz el hombre cuya carne no carga a su espíritu sino que sólo se apoya ligeramente en su brazo como graciosa compañera.
El ayuno cristiano… Tiene parte en la obra de la salvación, y por tanto en el misterio pascual. El cristiano debe negarse a sí mismo, sea con el ayuno o de algún otro modo, para poner en claro su participación en el misterio de nuestra sepultura con Cristo para resucitar con Él a una nueva vida.
Es cierto que la actual disciplina de la Iglesia, por serias razones, ha aliviado la obligación de ayunar, y en algunos países, la ha suprimido del todo. Pero, ciertamente, el cristianismo debería desear, si es capaz de ello, participar en esa antigua observancia cuaresmal, tan necesaria para una autentica comprensión del significado del Misterio Pascual”. (Thomas Merton; Tiempos de Celebración. pág. 127-128)
Que el Señor nos acompañe con su gracia para que intentando dominar nuestro egoísmo secundemos las inspiraciones que nos vienen del cielo. Siempre unidos en Él,
Hno. José Luis, de Huerta

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