domingo, 8 de enero de 2012

Sirvan al Señor con alegría – jamás se turbe su corazón, oren sin cesar, esperanza contra esperanza tienen que tener para ser padres y madres de una multitud de personas – ámense recíprocamente, obedezcan a sus propósitos, amen la obra, desarrollen la obra, ¡Dios estará siempre con ustedes y yo jamás los dejaré! Cristo Eucaristía, María Santísima, el Papa y la Iglesia. Aquí está nuestra oblación.

(Roma 31/I/64)





A.M.D.G.
SS. Ejercicios Espirituales
11 – XII – 33
            ¡Si no me santifico ahora, no me santificaré nunca! ¡Adiuva me Deus! Este pensamiento se me ha fijado de tal manera en la cabeza que no puede ser otra cosa que la invitación adolorida del Señor. ¡Deo gratias!
            Si no aprovecho estos santos ejercicios, traiciono los designios que Dios tiene para mí.
            Debo finalmente convencerme de que el Señor me quiere Santo. Él me llama a ser su Ministro y me llama del mismo modo a una perfección, no común, aquí en el mundo.
            No es sin motivo que Él, sí Él, me ha conducido hasta el umbral de un monasterio cisterciense, al cual yo, obediente a la llamada, me había dirigido para  pasar ahí  los breves días de mi vida, en la penitencia y en la contemplación. ¡Pero me hizo sólo saborear esa vida… de antecámara al Paraíso! Después estuve retraído de punto en blanco. Fiat Domine. ¡Dios no actúa por casualidad! No, veo los grandes designios a los cuales ahora me llama – grandes de verdad – ¡robar almas al mundo y darlas a Dios!
            Mi vida debe ser una copia, aunque pálida, de la Suya. Él debe vivir en mí. De mi el mundo, la carne, el demonio, nunca más deben esperar nada. ¡Yo estoy hecho sólo para las cosas eternas! Cualquier cosa que el Señor me pida yo se la debo dar pronta y generosamente porque le pertenece sólo a Él. Vida de inmolación continua debe ser la mía. No escuchar nunca las múltiples tentaciones, insinuaciones bajo varios aspectos.
            Buscar en cada cosa mortificarme, anular mi yo, dar siempre la victoria al Señor también y especialmente en las cosas pequeñas. No me convenceré nunca de haber hecho suficiente por el Señor. Estudiaré como no poner nunca obstáculos a su gracia. El Señor no se deja vencer en generosidad. ¡Más se le da y más Él se dona! Mi vida pasada está llena de iniquidad. “Mis pecados están siempre ante mí… un corazón contrito y humillado no lo desprecias”.
            Quiero con tu gracia reformar radicalmente toda mi vida. También yo pronto tendré que presentarme ante el Tribunal de la Divina Justicia. También yo debo morir, ¡no sé donde, no sé cómo, no sé cuando!  ¡Yo mil veces necio hasta ahora he vivido como si no tuviera nunca que morir! ¡Soy muy ingrato si continúo con esta conducta!
            Pero no. Quiero desde hoy mismo ponerme en el recto camino de la perfección. Quiero llegar a aquella medida que me asignó el Señor. Detesto mi vida impía. Los pecados más innombrables yo los cometí. Sólo el Señor sabe justamente ponderar mis fallas. Sólo Él sabe cuántas veces he merecido el infierno. Pero Su misericordia no ha querido. Estoy aún en tiempo de enmendarme. Hasta ahora he imitado a la Magdalena en la culpa, de ahora en adelante la quiero imitar en su penitencia, en su expiación, en el amor generoso.
            “No hay pecado, por grande que sea, que no se pueda reparar. Mi voluntad reconoce sus innumerables culpas y está ávida de repararlas generosamente. El Señor perdonándome me restituye Su gracia, Su amor y me da el medio de rendir a su gloria aquello que pecando le robé. Es verdad, aquello que está destruido, está destruido, y ni siquiera la Omnipotencia puede hacer que una pequeñez no haya tenido lugar. Un hecho es una cosa eterna. Pero de un hecho culpable y penado como de un tronco cortado por el fuego ¿no pueden surgir ramas más vigorosas? ¡Oh! Cuánto es eternamente adorable la bondad de Dios que quita al alma penitente el disgusto inconsolable de no poder restituir a Su amor herido aquello que le había quitado.” 

Obediencia, humildad, mortificación, caridad, castidad, generosidad, estos son los puntos básicos de mi reforma.
            El Señor va trabajando en mí, Su gracia obra en mí. Detesto cualquier forma de ofensa al Señor. “Los santos, antes que cometer una culpa aún la más ligera, ¡habrían preferido mil veces morir!... empiezo a entenderlos, los admiro y los envidio, pero tal vez mañana, inmerso en las ocupaciones y pensamientos de este mundo, habré perdido el sentido de estas cosas bellas, las cuales se me presentarán como un sueño superficial. Oh Jesús ten piedad de este ser humano que elevado por la gracia a sublimes alturas, desciende con sus propios pies hacia la tierra. Oh Señor tenme cercano a ti, enséñame tu rostro suave, conquístame ahora en el tiempo para que pueda alabarte en la eternidad”.
            Con tu ayuda quiero lograr todo. Sé que el ejercicio de la virtud es difícil, preveo que tendré con frecuencia que volver a empezar porque estoy demasiado apartado de mis propósitos, no importa, volveré a empezar confiado y humilde, pero quiero en nombre del Señor salir victorioso.

1.    Obediencia. Aquí especialmente tendré que utilizar todas mis fuerzas, porque aquí comúnmente vengo menos. Mis Reglas serán mi campo de batalla, todas sin excepción.
“Un pequeño acto de fidelidad puede ser el inicio de grandes gracias… la exacta observancia es como una Comunión perpetua, porque en la obediencia el alma en cada acto recibe un aumento de gracia. La vida interior es un gran don que va a la par con el grado de obediencia a los Superiores…”. No se debe dejar caer ninguna palabra del Superior, es, como bajo el más pequeño fragmento de Hostia Consagrada, ahí está Jesús, el Señor pone su autoridad en el Superior, también cuando éste está poco provisto de dotes naturales y espirituales. La obediencia da la muerte al propio yo.

2.    Humildad. Que el recuerdo de mis innombrables e innumerables pecados me tengan en un estado habitual de confusión y compunción. Debo justamente convencerme de que todas las personas son mejores que yo. Debo estar sediento del desprecio. “Cuando un alma recibe bien las humillaciones, Yo, dice el Señor, doy a esa alma un nuevo trato de semejanza conmigo… Una llamada de atención bien recibida, puede en cinco minutos, o cuanto dura el mal momento hacer llegar un alma a mi intimidad, a donde no llegaría sino después de dos o tres años de vida ordinaria. Mi amor propio lo debo triturar, anularlo siempre más, no concederle nunca nada que pueda alimentarlo. “Si no se llega a la perfección es porque se tiene miedo al desprecio. ¡Oh sí! Con ejercicios largos, repetidos y continuos quiero poco a poco cortar esta raíz infectada, quiero combatir también las más pequeñas producciones de este triste legado del común Adán. No dejaré escapar ninguna ocasión para humillarme o para hacerme conocer por el miserable que soy.

3.    Mortificación. “Si se tuviera más fe, se podría vivir de mortificación como se vive de pan: ¡pero al contrario huimos de ella como de la peste!”. Más se camina en la mortificación y más nos acercamos a Dios: es sólo al principio que cuesta, después las consolaciones espirituales te recompensan. Da una mirada a Jesús en Cruz y verás el programa de su mortificación. Más mortificarás la carne y más estarás apto para comprender las cosas del espíritu… Jesús tomará el lugar en ti según la capacidad que encontrará… trata por lo tanto a tu cuerpo como a un enemigo, no le des nunca aquello que le puedes negar.
La mortificación es como el canal de transmisión donde pasan mis comunicaciones especiales: si es estrecho pasan pocas pero si es grande pasarán muchas. Ten así frenada la naturaleza con los lazos de una rigurosa mortificación, que la naturaleza esté encadenada como un delincuente en la cárcel. Contrariarse lo más posible. Donde hay más mortificación, hay más perfección”.
Mi conducta sea siempre modesta, ojos bajos, tono de voz sumiso siempre y dulce, no decir nunca el propio parecer o manifestar mis sentimientos si la caridad no lo exige. ¡Atención! ¡Las manos siempre en su lugar! ¡Mortificar la fantasía, mortificar todos los sentidos, siempre! “Pocas almas caminan con paso decisivo en la perfección porque pocas entran con generosidad en el camino del sacrificio. No se dice nunca basta en el espíritu de sacrificio. Nada hace crecer tanto el amor en un alma como en la Cruz”.

4.    Caridad. La caridad es benigna, paciente, generosa. Caridad con los superiores respetándolos, venerándolos. Caridad con los iguales amándolos siempre con benevolencia. Caridad con los inferiores, pero ¿quién es inferior a mi? Yo debo considerarme justamente el último de todos, el servidor de todos y… gloriarme de mi nada. A la nada, nada se le debe y no se lamenta nunca. Debo estudiarme para ser delicadísimo con los compañeros, siempre pronto a darles cualquier servicio, no limitarme en nada. Suave, manso, inalterable. Nunca palabras ásperas, severas, punzantes. No hablar nunca mal de nadie. Todos tienen el derecho de gozar de mi estima. En el corregir sea la humildad y la caridad las que hablen y no la autoridad que envilece y ordena. En todo y en todos ver y adorar a Jesús nuestro Señor.
5.    Castidad. Guardaré y tendré mi cuerpo como el verdadero templo del Espíritu Santo. Respetarlo sin permitirme ninguna licencia. Castigarlo sin permitirle nada que mínimamente desdiga el decoro de tan respetable templo. Las cautelas no serán nunca demasiadas. Para conservar casto el cuerpo y pura el alma son muy recomendables los medios anotados sobre la “mortificación”. Se haga de ellos largo uso.
Nosotros somos templos vivos del Espíritu Santo, tabernáculo del corazón de Jesús. Mis manos tendrán un día, no lejano que tomar a este Jesús entre los dedos. ¡Oh! Cuánto deben ser inmaculadas, puras y santas. ¡Estos ojos estarán casi continuamente fijos en el cuerpo divino! Mi vida debería competir en pureza con los mismos ángeles. Oh María Reina de los puros y vírgenes, ruega por mí.

6.    Generosidad. No venir nunca a menos, no desanimarme, aún después de una jornada llena de caídas. “Mi corazón – dice Jesús – no sólo se compadece sino que se alegra cuando tiene más para reparar con tal de que no haya malicia… si tú supieras el trabajo que haría en un alma aún llena de miserias si ésta se dejara hacer por mí. El amor no tiene necesidad de nada, tiene sólo necesidad de no encontrar resistencia, es todo lo que yo busco en un alma para hacerla santa, sólo que me deje actuar. Las imperfecciones, cuando no son amadas por el alma, no me disgustan sino que atraen la compasión de mi corazón. Las imperfecciones deben servir a un alma como peldaños de una escalera para subir. Pero, mediante la humildad, la confianza, el amor. Yo desciendo hacia el alma que se humilla, voy a buscarla en su nada para unirla a Mí…”
“Todo el secreto de la santidad está en estas dos palabras: desconfiar y confiar. Desconfía de ti siempre y después no te detengas ahí sino levántate enseguida a la confianza en tu Dios, que si es bueno con todos es buenísimo con las almas que confían en Él. Las almas confiadas son las que roban mis gracias. Si se supiera la injusticia que se hace a Dios dudando de Su Divina Bondad.
Por cuanto grandes, enormes y numerosos puedan ser los pecados de mis creaturas, Yo estoy siempre dispuesto no sólo a perdonar sino a olvidar los pecados para que los pecadores vuelvan a Mí. Yo hago mis más bellas obras de arte con los objetos más miserables si me dejan hacerlo.”

            He querido copiar estos coloquios, llenos de la Sabiduría Divina, que el Señor solía tener con su sierva Sor Benigna C. Ferrero, para que me convenza a empezar de una buena vez el camino de la santidad, del amor íntimo con Jesús. ¡Sí! Lo quiero, lo quiero absolutamente, con tu incesante gracia Señor me quiero hacer santo ¡y gran santo! Debo volver a empezar desde el principio. Ánimo y generosidad plena de confianza en la Bondad del Señor. Calma y confianza, sin querer nunca precipitarme, prevenir. ¡No! ¡Dejar hacer todo al Señor sin nunca poner el mínimo obstáculo! Tomará entonces Él la posesión plena de todo mi ser, no seré más yo que vivo, sino Jesús que vive en mí.

¡Mi vida es Cristo! ¡Su Cruz es mi gloria!



Seminario de Mantua 16/XII/33
18:30 hrs.
              

No hay comentarios:

Publicar un comentario